Museo Aguilar y Eslava
|
Versión para imprimir
|


13.06.16
LIBRO DE LA SEMANA “Memoria histórica de la inundación de la Ribera de Valencia en 1864” por Vicente Boix (Valencia, 1865)

Nuestro Libro de la Semana nos trae los sucesos acaecidos en la ciudad del Turia los días 4 y 5 de noviembre de 1864, bajo el título “Memoria histórica de la inundación de la Ribera de Valencia”, cuya autoría corresponde a Vicente Boix, cronista de la capital. Está editado en 1865 en la imprenta de La Opinión, a cargo de José Doménech. Muy cercana su publicación, por tanto, a la fecha en la que Valencia sentía todavía dentro de su corazón los ecos de una horrible y prolongada agonía: “vestida está de luto la que exhalaba raudales de contentos” escribe el historiador, “teniendo fijo en su memoria el recuerdo de aquellos días en los que por el lodo yacía el manto espléndido que la decoraba”, dejando para la posteridad del siglo XIX un cuadro sombrío. Las pérdidas fueron evaluadas en setenta millones de reales de vellón.

Dice Vicente Boix que Valencia se estremeció al recibir en la tarde del día 4 las primeras noticias de la inundación: “Valencia se cubrió de luto, y desde el fondo de todos los corazones, desde los espléndidos salones de los palacios y desde el triste hogar del proletario, se exhaló un gemido, se envió un suspiro a los desgraciados y, en nombre de todos, se aprestó la caridad a hacer una pronta y espontánea demostración de consuelos”.

El principal riesgo natural que sufría Valencia eran las inundaciones.
Varios condicionantes agravaban los efectos de estas en tierras valencianas, distinguiéndose entre factores naturales (como la escasa pendiente del terreno, el gran tamaño de las cuencas fluviales que vierten sus aguas al mar, especialmente la del Júcar y la del Turia, el régimen pluviométrico propio de un clima mediterráneo) y los factores humanos, que si bien no eran elementos causales de las riadas, agravaban los efectos de las mismas.

Inicia Boix su recorrido hablando de la Ribera, una extensa zona, la más productiva de la provincia y acaso la más bella. En el siguiente capítulo es el Júcar el que cobra protagonismo haciendo una descripción del mismo. Antes de la inundación nos sitúa en el mes de octubre, en el que se contemplaban frecuentes chubascos que hacían dudar de la bondad del clima en un lugar celebrado por la riqueza de su suelo, por la abundancia de sus aguas, por la profusión de sus flores y por la transparencia de su cielo sin nubes, según el narrador. En este apartado ya se escucha con horror la relación de los estragos que la tempestad causaba, comenzando a cundir de boca en boca el triste rumor de que por la parte de la Ribera se estaba verificando un espantoso cataclismo. El día 4 estuvo envuelto en densas nubes y chubascos violentos.

Con el enunciado de “La inundación” se presagia las terribles desgracias que pueden traer los violentos aguaceros y el viento huracanado: “Escuchábanse los rugidos del mar embravecido; veíase crecer la corriente del apacible Turia, que iba salvando su álveo ordinario; y la ciudad recogida, casi silenciosa, esperaba con ansia el término de aquella furiosa tempestad”. Una pregunta quedaba en el aire: “¿Qué causas meteorológicas habían determinado la caída de aquella inmensa masa de agua?”.

A continuación, Boix comienza a describir una galería de imágenes y una serie de lúgubres episodios de la inundación, partiendo de Catarroja para seguir la vía férrea de Madrid. Antes de llegar a Alcira, visita los destrozos que presentan los pueblos de esta banda del Júcar (cruzándolo después de su entrada en la provincia) y contemplar las ruinas de la otra banda, seguir las corrientes del Albaida, del Montesa y del Cañolas, delinear las sombrías escenas ocurridas en los municipios asentados en una y otra orilla de estos ríos, descender hasta Cullera y después de recoger los lamentos de otros poblados situados entre todas estas impetuosas corrientes, exhalar el gemido más lúgubre, sobre la grande isla del Júcar, que encierra recuerdos de todos los siglos y las huellas de los conquistadores.

Así, pues, nos encontramos con las crónicas tituladas Catarroja, Albal, Beniparrell, Alcácer, Soliana y Alcudia, Albalat de la Ribera, Algemesí, Guadasuar, Alberique y Benimuslem, Antella y Tous, Cofrentes, Jalance, Jarafuel y Zarra, Millares, Quesa y Ayora, Enguera, Estuveny, Anna, Bolbaite, Navarrés, Sumacárcel y Sellent, Valle de Cárcer, Mogente, Vallada, Montesa, Canals y Anahuir, Játiva, Manuel, Señera y Castellón, Carcagente, Alcira, Fortaleny, Riola, Poliña y Cullera, y finalmente Valle de Albaida

Hay una relación del importe de los perjuicios causados por la inundación ocurrida en los días 4 y 5 de noviembre de 1864, conforme a los expedientes formados por los ayuntamientos de los lugares inundados, agrupados en los partidos de Albaida, Alberique, Alcira, Ayora, Carlet, Chiva, Enguera, Gandía, Játiva, Onteniente, Sueca, Torrente, Valencia y Villar. El resumen es el siguiente: Propiedad particular 48.096.814. Acequias y obras accesorias 7.259.883. Caminos sostenidos por los ayuntamientos 1.459.457. Edificios y bienes municipales 324.305. Templos y edificios eclesiásticos 393.725. Lo que hace un total de 57.534.184. No se incluía en este estado de cuentas el destrozo de la acequia real del Júcar.

También se añade una nota de los daños ocasionados en las líneas de los ferrocarriles de Valencia a Játiva y de Játiva a Almansa, los cuales se estiman en unos once millones, aproximadamente, el valor de las obras destruidas por la inundación. La reconstrucción definitiva se calcula que durará un año por lo menos.

La caridad y la autoridad es el asunto más amplio del bosquejo de los principales cuadros que ha presentado la catástrofe. Cuenta Vicente Boix, que Valencia primero, España después, Europa y América últimamente “enviaron a los desgraciados pueblos de la Ribera la expresión sentida de sus simpatías y la ofrenda de su compasión. Desde los monarcas hasta el más humilde de los ciudadanos todas las clases han tendido sus manos al infortunio: ¡No se ha extinguido la caridad! ¡No pasa desapercibida la desgracia! ¡No es malvada la generación actual, como la suponía los misántropos y los pesimistas!”.

Es destacado el trabajo de todas las corporaciones civiles, eclesiásticas y militares, sin excepción alguna, con laudable emulación, y a su ejemplo todas las clases, “desde los palacios al tugurio, se apresuraron a presentar sus ofrendas en aras del infortunio”. Los periódicos, “interpretando leal, generosa e ilustradamente los sentimientos del pueblo valenciano”, no necesitaron hacer esfuerzos para llenar sus columnas con numerosas listas de suscrición, y toda la metrópoli parecía congregada en un solo punto para dar una completa y unánime muestra de humanidad.

Subraya en sus hojas la labor del gobernador de la provincia, Celestino Mas y Abad, de quien se incorpora un retrato suyo al principio del libro. También la última ilustración es del gobernador de la provincia entrando en Alcira. Las otras láminas del volumen son vistas generales de Tous, de Carcagente, de Alcira durante la inundación de la venta de Boquilla, de la plazuela de Casasús después de la inundación y de la estación y almacenes en la noche del desbordamiento.

De la biografía de Vicente Boix Ricarte (Játiva, Valencia, 1813 - Valencia, 1880) extraemos estos datos: escritor, periodista, catedrático e historiador. Estudió en las Escuelas Pías, ingresando en la Orden en 1827, dedicándose a la enseñanza. Dejó la orden religiosa en 1837, asumiendo una actitud política radical y ocupando diversos puestos en la Administración del Estado. Catedrático de latín y cronista oficial de Valencia desde 1848. Estableció amistad con el marqués de Vellisca, lo que le permitió acompañarle en un importasnte viaje por gran parte de Europa: Francia, Inglaterra, Bélgica, Suiza e Italia. Este viaje le permitió asistir a tertulias y encuentros como los organizados por el vizconde de Chateubriand y conocer a Victor Hugo, algo que marcaría su vida y obra abriéndole las puertas del Romanticismo.

Su visión de la historia se refleja en sus obras, ofreciendo al lector una gran accesibilidad y frescura, permitiendo una lectura amena "y éste es el mayor mérito y la apreciable valía", explicita Querol. Ya en 1874 fue nombrado presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, condecorado por sus méritos con la Comanda de Isabel la Católica, la Cruz de Carlos III y la Cruz de Primera Clase de la Orden Civil de María Victoria. A nivel internacional era miembro del Instituto Histórico de Francia y de las sociedades arqueológicas de Roma y Berlín.

Escribió el propio Boix: Moriré tranquilo si mis contemporáneos dicen a la posterioridad: nuestro cronista fue útil a Valencia.

Desconocemos cómo ingresó esta “memoria histórica” en la colección del fondo antiguo. Para la catalogación hemos tenido que utilizar un cúter al objeto de separar las páginas, como ha sucedido con algún que otro ejemplar. Está encuadernado en pastas blandas, con los cortes desiguales, en espera de unas cubiertas de mayor resistencia.

BIBLIOTECA HISTÓRICA AGUILAR Y ESLAVA
Libro de la Semana:

Boix, Vicente (1813-1880)

Memoria histórica de la inundacion de la Ribera de Valencia en los dias 4 y 5 de Noviembre de 1864 / por Vicente Boix.-- Valencia : [s.n.], 1865 (Imprenta de la Opinion, á cargo de José Domenech)

260, [2] p., [8] h. de grab. ; 23,00 x 17,00 cm
Retr. de Celestino Mas y Abad, gobernador de la provincia "Lit. V. Alegre...", las 7 h. restantes son perspectivas de las ciudades de Tous, de la venta de Boquilla, Carcagente y Alcira "Lit. V. Alegre"

Materia/género: Inundaciones. Valencia 1864.
Lugar: España -- Valencia

Sig. Top.: 0571

[201624asc]